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Reseñas.

Los llanos de Federico Falco

Reseña de Adela Sánchez Avelino

 

En la tapa: una “pelopincho” (una pileta económica de lona y plástico sostenida con parantes), un alambrado. Más allá el pasto es marrón y en el horizonte entre la bruma se divisan unos árboles; más acá donde está la pileta el pasto es verde. La foto es del escritor. En el epígrafe: una poesía que termina diciendo que quizás el paisaje pueda entender lo que decimos. Y ¿por qué no? Quizás la naturaleza pueda comprendernos de una manera que no imaginamos. Los huertos y los jardines darán fruto y florecerán según sea el caso en relación a nosotros. 

El paso del tiempo uno de los temas de la novela “Los Llanos” de Federico Falco y, como el escritor, pienso que el tiempo nos permite tomar distancia, pero eso no quiere decir que olvidemos. La pregunta es: ¿cómo enfrentar el duelo? El protagonista de la novela se refugia en un campo, lejos de la civilización, un lugar donde quiere hacer una huerta. En el camino queda su labor como escritor, se siente incapaz de escribir.  “No nos separamos, nos separó él”. Hay que tener paciencia en el comienzo de la lectura y dejar crecer la huerta. 

No se puede controlar el crecimiento de una huerta, tampoco podemos controlar el desarrollo del amor, su nacimiento o su muerte. Es algo que ocurre. Ya pasará, es algo que nos parece que deberemos tatuarnos en un lugar bien visible para tenerlo siempre presente. Pero el duelo tampoco responde a nuestra voluntad, hay que transitarlo y encontrar, a su tiempo, la salida. “A veces me pierdo. Me olvido que ahora soy este”. Creo que la vida está llena de muertes y resurrecciones y que si bien el núcleo de nuestra esencia no cambia, el resto sí.

“Los que viven en el llano, viven con Dios lejos, viven mirando para arriba”. Hay momentos en los que buscamos de manera incesante respuestas hasta que aprendemos a quedarnos en la profundidad de las preguntas. Leo y entro en comunión con ese “otro” que me habla. La ficción que nos conmueve nos lleva a preguntarnos por lo verdadero. Nos acompaña como un buen amigo sin cuestionarnos. 

Así es la vida creo, una ruta en la que a veces no sabemos por dónde ir, y quizás después de todo no importe el destino si no el camino en sí, con sus hondonadas, sus pastos verdes, sus pastos mustios y por qué no su pelopincho. 

 


Fecha: 01-06-2021